Las relaciones cambian de forma y la ley de conservación de la energía

Ocho años después del fallecimiento de mi primer mentor, un sueño me impulsó a contactar a su joven viuda, Marie. ¿Fue un sueño, una pesadilla o una premonición? La gente puede ser así: un segundo, un caballero andante, y al siguiente, un villano que nubla tu juicio. Y, aunque quisiera tachar a Marie de "mala persona", no puedo negar, en conciencia, los dones que compartió conmigo durante nuestra colaboración profesional y guía espiritual.

Las relaciones cambian

En 2011, Marie perdió a su primer amor, mi primer mentor, Larry. Milagrosamente, tuvo una segunda oportunidad en el amor. Marie se casó y formó una nueva vida y una familia con un hombre carismático. Marie me contó que aún sentía una fuerte conexión con su difunto esposo. Larry seguía presente en su vida. Aún sentía su energía y recibía su guía. Sin embargo, la relación había cambiado. Ya no era su esposo. Ya no era el padre de sus hijos. Ya no era su pareja sentimental: su amante. Una vez al año, Marie realizaba una ceremonia especial para honrar a Larry y su partida.

Recuerdo especialmente las palabras de Marie ahora que algunas de mis relaciones están cambiando.

El sábado pasado, descubrí que un amigo sano de 45 años había fallecido inesperadamente en su apartamento. A principios de este año, mi mentora de yoga de 47 años, con quien compartí nueve años de relación, sufrió un derrame cerebral hemorrágico. Falleció poco después. En los últimos tres años, también he visto cómo la salud de mi padre se deterioraba drásticamente, hasta el punto de necesitar cuidados las 24 horas. Nuestra relación está cambiando. Sigue siendo mi padre, tan vital como siempre. Todavía me avisa cuando me salen granos, todavía me anima a que triunfe en mi vida profesional. Pero está físicamente débil y su lucidez mental se ha apagado. No es consciente de sus limitaciones físicas. La relación ha cambiado. Sé que la relación de mis padres ha cambiado en los últimos 55 años que han pasado juntos. Por respeto, prefiero no profundizar en ello. Mi relación con mi madre siempre ha sido fuerte: basada en el respeto mutuo, el amor y los intereses compartidos. Pero nuestra relación está cambiando a medida que asumo más responsabilidades.

Últimamente, mi relación sentimental también ha cambiado. A veces, me quedo despierta por las noches intentando descifrar qué lo desencadenó: ¿fui yo, fue él, fue el diagnóstico neurológico? Necesito encontrar un nuevo medicamento para dormir, ya que la melatonina aparentemente está relacionada con la insuficiencia cardíaca. Aunque sospecho que mi corazón ha sufrido heridas punzantes. Así que quizás esto sea irrelevante.

Las relaciones cambian. Pero ¿qué sucede con quienes quedamos vivos? La ley de conservación de la energía establece que la energía no se crea ni se destruye. Así que pasamos de ser hijos a cuidadores. Pasamos de ser madre e hija a capitana y teniente de equipo.

La otra persona muere, desaparece, se marcha. La relación cambia, pero ¿qué hacemos con esta disonancia: el espacio entre lo que fuimos y lo que somos ahora?

Porque, de una forma u otra, nos han abandonado.

Las relaciones cambian. Pero queda energía, energía cinética, ese anhelo por lo que fue o lo que pudo haber sido. Incluso si aceptas el cambio, algo se queda atrás. ¿Adónde va esa energía? Puede concentrarse en tu mente y hacerte dar vueltas en círculos. Pero la mayoría de quienes cuidamos a otros no tenemos tiempo para eso. Así que la energía se concentra en nuestro cuerpo.

¿Dónde sientes el dolor?

Tómate un respiro. Siéntate y pregúntate: "¿Dónde siento el dolor en mi cuerpo?".

Si has estado muy ocupado, quizás necesites un momento. Respira hondo y pregúntate: ¿Te duele el cuello? ¿Puedes mover los hombros hacia arriba y hacia abajo? Ponte de pie. ¿Cómo te sientes con las caderas, las rodillas y los tobillos? ¿Tienes hambre? ¿Cuándo fue la última vez que comiste? ¿Sientes la comida pesada en el estómago? ¿Vas al baño con regularidad? ¿Duermes bien? ¿Te han salido sarpullidos extraños? Tu cuerpo te está enviando señales de alerta. Cuando la vida se pone difícil, aguantamos y hacemos lo que sea necesario para superar el día. Tu mente es muy poderosa y puedes convencerte de que puedes hacerlo: solo cinco minutos más, un día más. Pero tu cuerpo te escucha: siente tensión. Puedes engañar a tu cerebro, pero no a tu cuerpo.

¿Y ahora qué? Intenta relajarte siempre que puedas. A veces, donde se acumula la tensión es lo último que se te ocurre buscar. Mueve los hombros. Observa si el epicentro de la tensión está en los hombros, el cuello o el corazón. A veces, cuando tenemos el pecho oprimido, el corazón no puede bombear la sangre necesaria a las extremidades, lo que provoca rigidez en los tobillos y las muñecas. Considera que quizás la tensión provenga de un lugar inesperado. Tu corazón. Tu zona lumbar: la sensación de pertenencia a un grupo. Siente curiosidad (sin juzgar) por tu cuerpo. Empieza a cultiva una relación con tu cuerpo.

No importa cuánto medites o practiques yoga. No eres Dios. No puedes evitar que la gente muera. No puedes garantizar la seguridad de todos. Y si cuidas de alguien las 24 horas, no hay tiempo para largas prácticas de atención plena. Pero si tienes cinco minutos libres, deja el teléfono y simplemente siente curiosidad. ¿Dónde sientes el estiramiento? ¿Dónde sientes la tensión? ¿Qué intenta decirte tu cuerpo? Esta consciencia, esta conexión con tu cuerpo, puede empoderarte. Puedes conectar contigo mismo a nivel celular. A nivel espiritual.

Las relaciones cambian. A menudo, no tenemos opción. Escucha lo que tu cuerpo intenta decirte. Cuídate y cuida tu valiosa energía. No hay personas buenas ni malas. Todos intentamos hacer lo mejor que podemos con el tiempo que tenemos aquí.